jueves, 8 de diciembre de 2016

FARANDULIZACION DEL PODER



Cuánto hay en la memoria de aquella obra "El príncipe" de Nicolás Maquiavelo dedicada a Lorenzo de Medicis un príncipe de Italia; cuánto quedó de las palabras que componen los 26 capítulos acerca de las cualidades necesarias para que un gobernante asegure su poder...cuánto habrá hoy en la clase política de una lectura similar...

Cuánto hay en la memoria de los artistas de hoy de aquellos Juglares, artistas ambulantes de la europa medieval, que a cambio de unas monedas ofrecian sus espectáculos no solo en las plazas públicas, sino también en las fiestas y los banquetes de los reyes y nobles...hay hoy más juglares o trovadores?...
La globalización nos atraviesa y la incidencia de los medios masivos en la conciencia de la humanidad no es novedad. Acuño una definición sobre la cultura como “la conciencia de los pueblos”. Por lo que me pregunto qué nos atraviesa hoy culturalmente para haber dado permiso a una maraña de entretejidos frívolos que nos invadan para desprestigiar nuestra inteligencia y nuestros valores.

Dejamos atrás aquel concepto de la televisión de “caja boba” para permitir una avanzada de mensajes ponzoñosos que quieren convertir nuestros seres en cajas vacías o estupidizadas que pierdan el rumbo y el sentido de lo verdaderamente importante.

Hay muchas definiciones acerca del Poder, según materia o autor que la analice. Pero hay una generalidad que une a esas definiciones y que las sitúa como sinónimo de fuerza, capacidad, energía o dominio. Mas bien es una sumatoria de esas que definen y construyen la imagen y semejanza en la sociedad de una figura de poder.

Todo esto viene a cuenta de un hartazgo que existe producto de una farundalización del Poder. Miente aquel artista o conductor que diga que no ejerce poder, quien tiene la posibilidad de un micrófono o una lapicera y que llega masivamente creando opiniones; como también miente el político maquillado ansioso por ver encender la luz de la cámara que le abre la ventana a millones de espectadores, ni qué hablar de las sociedades o asociaciones (como más les guste decir) amorosas que da lugar a un nuevo mestizaje.

Los artistas que hablan de política no pueden hablar en nombre de la sociedad, escudándose en “hablo como ciudadano” porque no lo son mientras tengan la posibilidad con un acceso discursivo que los ciudadanos genuinos no tienen. No son ingenuas sus apreciaciones porque están teñidas de sus propias experiencias y valores.

Y así como los artístas se politizan, los políticos se artistizan. Confluyen ambos en una nueva ventana que apunta exclusivamente a la notoriedad y a la popularidad, que no hace otra cosa que hacer crecer sus egos y estimas, y por defecto el de sus adeptos y seguidores. Confunden la política con la popularidad. Quizás, viendo sus antecedentes y analizando sus conductas también confundan popularidad con populismo ahora que lo pienso...

Estos personajes han hecho del poder una farandulización. O una farundalización del poder. En definitiva, no han hecho otra cosa más que quitarle poder al propio poder. Han desprestigiado la herramienta más preciada de credibilidad que una sociedad tiene de sus líderes. Los alcances de sus oratorias no se distinguen, los límites se han vuelto invisibles entre unos y otros convirtiéndose en marionetas de grupos económicos que hoy los manejan. Y no hay peor ejercicio del poder del que lo ejerce y no se muestra, que penetra silenciosamente, cobardemente pero con toda intencionalidad. Dominar.

Es necesario que como parte de la sociedad tomemos conciencia, y seamos multiplicadores de la verdad, entendiendo que esta es la percepción de la realidad. La única manera de desentrañar este ejido de farandulización, es poniendo el foco ahí, poniendo luz a lo que pasa y no seguir reproduciendo el show que nos muestran.

Dejen la farándula y el famoseo, dejen la actuación de lado, basta de acting con caras compungidas, guarden los brillos y las plumas, dejen de buscar la mejor imágen para mostrar, guarden las ropas uniformadas; es hora de volver a portar la celeste y blanca.
El verdadero poder lo tiene siempre el Pueblo. Quien lo reinterprete y no lo subestime será el elegido para volver a representarlo.




Lic. Andrea Balleto

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