jueves, 8 de diciembre de 2016

Las luces vuelven a parpadear



Asoman tímidamente los destellos de luz desde las ventanas. Otra Navidad está por llegar y lo arbolitos empiezan a estirar sus ramas para sostener los añejos adornos y soportar el peso de los nuevos. Todo se intenta reciclar hasta las ganas de una nueva fiesta.

Comienzan los intercambios de ideas, las provocadoras comidas, las reuniones familiares, las desuniones, la falta del pan dulce en la mesa, la abundancia del consumo y la carencia espiritual.

Como si una vez más el año pareciera ser el último, y como se pueda, se piensa en agotar el festejo. Los esfuerzos disecados como las pasas de uvas, tensionan los límites del "hasta donde puedo" y con "lo que puedo".

Siempre las fiestas de diciembre, son difíciles. Y en cada año que se renueva deseamos que sea mejor. Hasta que nos damos cuenta que quizás el anterior fue mejor que el último, aunque nos demos cuenta a destiempo.

Agotados. Por comer demasiado, o por no tener que comer.
Agotados. Por que fue un mundo de gente, o por que eramos pocos o faltó ese ser querido a la mesa.
Agotados. Por los ruidos dañinos de los fuegos artificiales o por la ida al hospital producto del uso de los mismos.
Agotados. Porque al otro día hay que seguir festejando y todos estamos agotados.

Y si una navidad fuera navidad?
Y si un año nuevo solo fuera un día más?

Pienso en María en ese 8 de diciembre... quizás esta ansiedad de las fiestas, sea esa misma ansiedad que ella sintió hasta la llegada del Niño Jesús.
Entonces mi ansiedad, se aquieta. Ahora, está puesta en él.




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