martes, 18 de abril de 2017

La arrogancia del periodismo



La arrogancia infatigable del hombre, lo lleva al extremo de las relaciones humanas, donde perder es lo mismo que ganar. Lo importante pasa a ser el ser, aunque carezca de un interior digno que lo denote como lo importante. En este trato de vida, se construyen las agendas, las políticas y se forjan las vidas. Así, en un limbo de arrogancia.

Los gritos de cada lado de la grieta buscan plasmar las verdades confundidas y manipuladas por los grandes parlantes y productores de la falsa realidad. Exageraciones multiplicadas y garantistas de lo improbable se tapan unas a otras en una suerte de milhojas que lejos de convertirse en una exquisitez cae como ladrillo en el interior de cada receptor.

Todo vale y a la vez todo carece de valor. Lo importante pierde visibilidad en una tiniebla de palabras que empañan mentes y corazones. Que si fue violada y asesinada, que si la prendió fuego, que si abuso de su niñez indiscriminadamente, si fue asfixiado por una bomba química, si fue muerto por una bala, pasaron a ser circunstancias porque lo indiscutible pasó a ser discutible. Porque para los periodistas payasos lo importante es discutir, refutar y enchastrar, a lo que llaman un buen show.

Esa cosa de orgullo del poder de la palabra, se ha convertido en el peor asesino en serie de la sociedad. Es necesario volver a reflexionar sobre qué decimos y cómo lo decimos. Y quiénes lo dicen. Creo profundamente en la libertad de expresión, pero no en ésta camuflada y dañina. Las y los comunicadores deben repensarse y hacer una fuerte autocrítica. Los medios son los hombres y mujeres que lo hacen.

Quiero pensar que hay chance de volver a los debates sanos cuyo punto de partida sean los valores comunes que tenemos como sociedad. El periodismo que dice no estar politizado, miente. El mundo en el siglo XXI emana política. Realmente creo en el periodismo como cuarto poder, y como tal adquiere de una responsabilidad trascendental para el crecimiento de hombres y mujeres en una sociedad donde prevalezca la justicia social.

Quizás muchos comunicadores sientan aprensión por el termino justicia social, tal vez en la testarudez política lo asocien al peronismo; y si bien ambos son indisolubles, podrían volver a tomar ese concepto que significa una sociedad de iguales, en igualdad de oportunidades.
La información no está en mirar nuestros propios ombligos. Un buen ejercicio para comenzar a modificar estas malas prácticas seria pasarla por mente y corazón.

Ninguna verdad tiene sello de autor. La única verdad es la realidad.