La arrogancia infatigable del hombre,
lo lleva al extremo de las relaciones humanas, donde perder es lo
mismo que ganar. Lo importante pasa a ser el ser, aunque carezca de un
interior digno que lo denote como lo importante. En este trato de
vida, se construyen las agendas, las políticas y se forjan las
vidas. Así, en un limbo de arrogancia.
Los gritos de cada lado de la grieta
buscan plasmar las verdades confundidas y manipuladas por los grandes
parlantes y productores de la falsa realidad. Exageraciones
multiplicadas y garantistas de lo improbable se tapan unas a otras en
una suerte de milhojas que lejos de convertirse en una exquisitez cae
como ladrillo en el interior de cada receptor.
Todo vale y a la vez todo carece de
valor. Lo importante pierde visibilidad en una tiniebla de palabras
que empañan mentes y corazones. Que si fue violada y asesinada, que
si la prendió fuego, que si abuso de su niñez indiscriminadamente,
si fue asfixiado por una bomba química, si fue muerto por una bala,
pasaron a ser circunstancias porque lo indiscutible pasó a ser
discutible. Porque para los periodistas payasos lo importante es
discutir, refutar y enchastrar, a lo que llaman un buen show.
Esa cosa de orgullo del poder de la
palabra, se ha convertido en el peor asesino en serie de la sociedad.
Es necesario volver a reflexionar sobre qué decimos y cómo lo
decimos. Y quiénes lo dicen. Creo profundamente en la libertad de
expresión, pero no en ésta camuflada y dañina. Las y los
comunicadores deben repensarse y hacer una fuerte autocrítica. Los
medios son los hombres y mujeres que lo hacen.
Quiero pensar que hay chance de volver
a los debates sanos cuyo punto de partida sean los valores comunes
que tenemos como sociedad. El periodismo que dice no estar
politizado, miente. El mundo en el siglo XXI emana política.
Realmente creo en el periodismo como cuarto poder, y como tal
adquiere de una responsabilidad trascendental para el crecimiento de
hombres y mujeres en una sociedad donde prevalezca la justicia
social.
Quizás muchos comunicadores sientan
aprensión por el termino justicia social, tal vez en la testarudez
política lo asocien al peronismo; y si bien ambos son indisolubles,
podrían volver a tomar ese concepto que significa una sociedad de
iguales, en igualdad de oportunidades.
La información no está en mirar
nuestros propios ombligos. Un buen ejercicio para comenzar a
modificar estas malas prácticas seria pasarla por mente y corazón.
Ninguna verdad tiene sello de autor. La
única verdad es la realidad.
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